Me caen muy bien las polillas, con su cuerpecito peludo y enjutado y sus alas pardas. Cuando era niña trataba de salvarlas a toda costa de los niños que las apedreaban o las molestaban mientras descansaban en la pared del salón de clases.
Siempre he estado atenta de lo que mis sueños y el mundo me dicen; a veces escucho nítida la voz de lo que no conozco y a veces apenas detecto un susurro tímido. Un sueño me dijo que a la vuelta del vuelo de una polilla encontraría lo que necesito; a los pocos días una polilla voló frente a los ojos tristemente hermosos de mi extravagante amor de juventud y mi dicha no conoció límites. Nocturna melapia, mi hidalgo en decadencia, con su corte de gatos llorando amores y su desgarbada figura marcando el ritmo de disparo del supraquiasmático.
El primer beso, ese bajo las frondas de las jacarandas somnolientas y las mariposillas nocturnas revoloteándonos, selló mi desgracia. No volvería a querer correr de un amor a otro, de abrazo en abrazo; me unificaste y todas las penas repartidas en cada trozo de mi se hicieron una sola grande y honda. No podría vivir contigo, porque tu amor sofoca y duele, porque te duele el pecho cuando te toco, porque te duele la piel cuando te miro, porque te duelo cuando te hablo con la verdad y te duelo cuando nos quedamos callados y jadeantes, con las sábanas y los sentimientos revueltos porque no queremos que ese instante acabe, porque así es perfecto, y terrible, y amado, y deseado, y siempre añoramos ese momento cuándo no estamos juntos y extrañas mi risa y yo quiero que juegues con mi cabello y me cuentes historias y comience a dormirme y te enfade tener que levantarte porque la realidad toca a tu puerta y ya estamos de nuevo separados y en un rincón guardo la cota de malla para cuándo salgamos a cazar dragones y tu me dispares una flecha y me atravieses la garganta. No podría vivir sin ti porque todo el Universo es tu casa y el patrón de disparo de los núcleos que liberan al REM gritan tu nombre.
Y hace unos días, allí estaba, esa polilla muerta en el baño del Instituto y las lágrimas se me salieron porque se que nada va a ser igual y necesito una guía nueva. Y ahí voy, con mi polilla envuelta con un pedazo de papel y aguantándome las lágrimas porque te estaba llevando a la tierra para que te renovaras como lo hacen esas semillas de las que te hablé que tengo a la mitad del pecho y me sirven para no morirme de tristeza cuando algo dentro de mi se muere, y allí iba la polilla, a la tierra húmeda, no húmeda, anegada porque se estaba cayendo el cielo sobre el sur de la ciudad y recordé otros tantos días de tormenta en tu compañía y lloré porque no se si algún día estarás tras una polilla.
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agosto 24, 2012
agosto 14, 2012
Con quien se galopa el revés del tiempo
A veces en esas desagradables madrugadas en dónde no puedo dormir tomo el teléfono o mando un tuit a uno de mis trasnochados amigos. No me causa remordimiento hacerlo porque se que estará despierto, y si maldice o se queja no es nada contra mi, sino que le gusta maldecir y quejarse.
Nunca había hablado de él aquí, es una de mis personas favoritas desde hace varios lustros y en definitiva es alguien que me conoce bien... no sabía que demasiado bien.
Me regaló unas lindas cicatrices y muchas cartas que todavía conservo; podría pensarse que en secundaria todas las cartas son sobre quién te gusta y otras cursilerías propias de la pubertad, pero sus cartas eran muy distintas, hablábamos de nuestros problemas y de lo que nos angustiaba... y de cursilerías también. De esa época nos quedó la costumbre de llamarnos por los apellidos y maldecir a la menor provocación.
Nuestra historia tiene largos periodos de silencio, cacofonías y melodías sombrías; también hemos tenido pasajes festivos y extravagantes. Somos muy orgullosos y nos molesta que alguien intente decirnos qué hacer, e incluso, que nos de un consejo; sufrimos ese orgullo, pero disfrutamos la miseria por la simple razón de que la elegimos... Ando muy sensible, él sabe por qué.
Nunca había hablado de él aquí, es una de mis personas favoritas desde hace varios lustros y en definitiva es alguien que me conoce bien... no sabía que demasiado bien.
Me regaló unas lindas cicatrices y muchas cartas que todavía conservo; podría pensarse que en secundaria todas las cartas son sobre quién te gusta y otras cursilerías propias de la pubertad, pero sus cartas eran muy distintas, hablábamos de nuestros problemas y de lo que nos angustiaba... y de cursilerías también. De esa época nos quedó la costumbre de llamarnos por los apellidos y maldecir a la menor provocación.
Nuestra historia tiene largos periodos de silencio, cacofonías y melodías sombrías; también hemos tenido pasajes festivos y extravagantes. Somos muy orgullosos y nos molesta que alguien intente decirnos qué hacer, e incluso, que nos de un consejo; sufrimos ese orgullo, pero disfrutamos la miseria por la simple razón de que la elegimos... Ando muy sensible, él sabe por qué.
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VTIV
marzo 22, 2012
Recuperación espontánea.
Me he descubierto cantando este último mes. Generalmente lo hago cuando estoy sola y haciendo alguna otra tarea como lavar trastes o escribir la tesis o dibujar neuronitas para mi artículo.
Cantar solo siempre es mejor visto que hablar solo (cosa que también hago con frecuencia), pero en mi caso solía únicamente hablar sola. No lo hago mal, de hecho cantaba en los coros de la escuela y era buena haciéndolo, luego llegó mi bestia negra y pues dejé de cantar y de muchas cosas más.
No me acordaba que cantaba, este bicho negro escondió el recuerdo y pues estaba por ahí, perdido junto con mi bolsa de Kitty y la mantilla de la bisabuela.
Me pasó lo que a los pinzoncitos que no los dejan escuchar cantar a los adultos y jamás logran consolidar su canto maduro y cuando les llega la hora de lucirse con las chicas hacen quirks sin ton ni son y las chicas se van. Por eso no me van a escuchar cantar en público mis canciones espontáneas, esas que son el soundtrack de mi cotidiano; me siento como pinzón que se perdió de la parvada y canturrea como colibrí.
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quirks y hums
enero 11, 2012
fichitas
Con el pasar de los años he acumulado "sistemas de categorización" para hombres, son producto de largas y animadas "sesiones de neneo". No cuantificamos testosterona ni realizamos análisis morfométricos, estas clasificaciones son únicamente conductuales. Cuando construyamos el Instituto de Psicología Pop, todas las clasificaciones serán compiladas y escribiremos un manual, mientras tanto hablaré de algunas etiquetas, de las que me han tocado, de las que he buscado.
Soy adicta a los hombres que caen en los conjuntos "mal hombre", "no mata ratas" y "patán caballero" (tengo que darle crédito a Miss Pelagra, aka Sandrinne y a MP por tan bellos nombres). En mi cabeza suelo re-nombrarlos como "guardianes de la cultura".
Mis guardianes de la cultura pueden sobrevivir cotidianamente sin ayuda de mujeres, tienen la necesidad de sentirse "protectores" aunque sea a mi a la que le toque espantar a la abeja, quitar el ratón muerto, colocarme del lado de la barandilla; han leído a Simone de Beauvoir, aman la ópera, saben tocar al menos un instrumento, cantan, me cantan, saben arrullarme; leen mucho, están mucho tiempo solos, me acompañan al médico, viajan, compran vajillas, leen a Cioran, a Darwin, a Rilke, aman a sus mascotas, arreglan todo con cinta adhesiva y alambres de bolsa de pan.
Son irresistibles a simple vista, cuando te acercas te das cuenta de las grietas en su edificio de perfección. Se vanaglorian de su inteligencia, de creer entender las cosas mejor que los demás, señalan, juzgan, voltean a ver si alguien los mira con desafío -inventadas injurias, el niño lastimado exige que otro hombre pague por las faltas-, creen que alguien se burla de ellos, sienten que deben demostrar que son mejores que sus contemporáneos. Se que es momento de despedirse cuando comienzan a hablar de su imperfección, cuando se derrumban aunque sea por un instante. No quieren testigos, quieren admiradores. Les dije que les quería pero en realidad los amaba, los amo, y se que saber todo esto y no hacer nada para cambiarlo me hace una cobarde.
Todo mundo me dice que mis gustos son excéntricos, poco atinados, qué saben ellos de lo que pasa cuando te encuentras con alguien que no tiene nada que perder y un poquitín de miedo por algunos bichines.
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lo insondable
mayo 13, 2011
en el camino andamos
Siempre he dicho que odio los autos, que solo saben hacer tráfico y hacen complicado todo. Siempre estoy recordándoles a todos mis amigos automovilistas que es más bella la vida sin tener que preocuparte por dónde estacionar, compra gas o cómo evitar a los franeleros y otros advenedizos.
Caminando llego sin problema del punto A al B, y he logrado evitar los horarios pico en metrobus, metro y autobus. Sacar tarjeta uno, dos o tres, ingresar al transporte, transbordar, caminar, todo con comodidad y eficacia.
En los congresos internacionales soy de las que esbozan una sonrisa de ternura hacia aquellos que desconcertados miran las líneas del tren y las siguen con un dedo tembloroso. El metro de París y el de Berlín o Washington no representan mayor reto que ir de Copilco a Constitución de 1917.
Toda esta independencia automovilística se ve resquebrajada hasta sus cimientos gracias a un solo individuo en el mundo: mi padre.
Mi padre y yo amamos el camino de la misma manera que odiamos el tráfico, el calor o la estupidez humana. Los momentos de mayor intimidad paterno filial se han dado en una carretera, en un embotellamiento, en la recta veloz que cada vez escasea más. Podemos pasar días enteros en conversaciones superfluas, en observaciones irrelevantes, hasta que de repente se presenta la ocasión dorada y nos lanzamos a la carretera.
Disfruto los autos, platicamos de clásicos, jugamos carreras con los del transporte público, grito, pataleo, me río y disfruto del camino; me pongo seria y le digo que no se qué estoy haciendo, que no se qué rumbo estoy tomando, y el escucha, me escucha con toda la paciencia del mundo y me dice algo que se siente venido desde las entrañas de la tierra, me tranquiliza o me aconseja, nunca me juzga.
Y se ríe conmigo, y yo solo quiero abrazarlo y darle las gracias por ser un tipazo, por respetar mis decisiones, por todo ese ingenio, por la sabiduría cotidiana, y yo le doy las gracias al camino y dejo de odiar los autos.
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noviembre 06, 2010
carta y regalo y adios
Durante algunos años fui experta en los saltos mortales. También en los saltos morales. Viajaba por el mundo enfundada en la armadura más hermosa que pude construirme, repelía de tal forma el contacto con el mundo de los afectos que decidí jamás quitármela. Ni siquiera cuando llego el Señor del Tiempo, quién a recientes fechas decidí matarlo y bailar danzas de victoria sobre su imperfectamente perfecto cadáver. Tampoco me la quité cuando arribó la Señora del Negro con su corte de amantes de alquiler y su perfecta historia de tragedias. Al contrario, me regalaron escamas de dragón y destilados venenosos para adornarme; jamás me sentí más hermosa.
El Señor del Tiempo me nombró caballero desde el primer beso, en los tiempos en los que aun soñaba con ser princesa, cuando era muy joven y me enganchaba en todo absurdo reto que cruzara mi campo visual; me besó y me dijo "eres un peligro para mi, tienes una espada". Creo que ese fue el principio de la locura declarada, el lanzamiento al mundo paralelo, la rasgadura en lo real que me llevó al mundo de los Señores y los Caballeros, y también, la frase que selló mi armadura. El Señor del Tiempo, hermoso solo como amor no consumado, monstruoso en esencia, terrible como personaje de cuento.
La Señora del Negro, banshee, hechicera, asesina confesa, esquizofreinizante hasta el último de sus dorados cabellos, de sus deliciosos ojos, de sus incomparables labios. Confidente de todos mis secretos, juez de todos mis amantes, narradora de mi cotidiano, artífice de mi gloriosa caída y guardiana de mi Infierno Personal. Me regaló todos los nombres que pueden verse tatuados entre mis costillas en la precisa luz de la mañana, esos contrahechos poemas de amor que constituyen el listado de mis manías y de mis inconfesables actos; me regaló los nombres que describen con dolorosa precisión mi rostro de destrucción y decadencia. Así nació la Señora de la Decadencia.
La Señora de la Decadencia fue mi rostro durante muchos años; armada y agresiva, esquiva y violenta. Creía protegerme del abandono, en sus helados brazos me transportó como a una niña, creía cuidarme pero le mataba de inanición y frío. La Señora de la Decadencia es la que contestaba con aullidos de guerra a los llamados de camaradería, es la que destrozó a mis amorosas cajas de resonancia. Dejé de sentir, mi piel era fría y mis ojos jamás expresaron tanta tristeza (lo recuerdas banshee, tu amada princesa de ojos tristes, la que soñabas que se ahogaba en el mar).
Quiero que esta sea la última vez que aquí los nombre, Señores, enterrarlos en el Olvido Colectivo, no tengo un borrador escrito de estas líneas. Se van y no se van, porque son ya parte del entramado de mi carne, hilos coloridos en la memoria; se van porque llegó su momento, porque nombrarte, Señor del Tiempo, Polaris, es tarea que consume presente que no estoy dispuesta a darte; se van, Señora del Negro, porque así eres siempre mía, siempre hermosa y siempre inofensiva.
Quiero aprender a aullar, morder y retozar oportunamente; correr sin la armadura, guardar en su funda la espada y no usarla como extensión de mis pensamientos y brazos. Mis pasos torpes ahuyentan a quienes amo, paciencia. Mis palabras sombrías, asustan a quienes me oyen, paciencia. Sostengo entre los dientes lo que amo, como un lobo transportando a sus cachorros, soy como una madre primeriza que antes de cargar esperanzas destrozaba cráneos, paciencia.
julio 09, 2010
A Luis
Tenia atorado a la mitad del pecho algo así como 3 millones de besos y abrazos para repartir y muchas cosas que gritar y un descomunal arsenal de cosquillas y caricias. Hoy me están aprentando dolorosamente todos los que no pudieron salir; tienen tanto miedo de no llegar a ti.
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junio 19, 2010
Sur sum corda
Hace un año perdí a un tutor. He tenido muchos maestros, figuras que me inspiran confianza y respeto, que pueden ser mucho mayores que yo o tan solo unos años separarnos. En su mayoría nada tienen que ver con la Academia, ni con Institución alguna; ellos comen, duermen, caminan, sacan a pasear al perro, hacen el super, se muerden las uñas, olvidan nombres más no rostros, tienen la letra ilegible, pierden los bolígrafos y estrechan las manos con fuerza. Ninguno me ha enseñado a trasmutar el plomo en oro, ni a seducir a los demás para que me den lo que yo quiero; con ellos he aprendido a aliñar ensaladas y a conducir perros, a mirar al cielo para predecir el clima, a doblar bolsas de plástico hasta dimensiones imposibles, a escribir cartas desesperadas ante situaciones desesperadas, a hacer jabón para burbujas y a dejar ir a las burbujas, a colgar dignamente una gabardina de un perchero precario, a meter todo en bolsas de tela, a golpear a puño limpio, a no preocuparme por la ropa que se mancha mientras te arrastras por la hierba, a nunca renunciar a quién te hace sonreír. También perdí un maestro.
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marzo 16, 2010
Estrofa I
Mírame, que te como con los ojos, no de frente, no sonriendo; te como con la orillita del ojo, en el margen de la retina, y apareces borroso, pero eres todo mío. Mírame, pero mírame como yo no te miro a diario, sino en esos extraños cruces de caminos, en esos descarriados momentos en dónde hablo sin parar, y te ríes sin parar, y tenemos aun el cabello revuelto de ideas.
febrero 07, 2010
Diario onírico I
Al otro lado del laberinto esperaba tu arribo, mientras del cielo caían bolas de fuego.
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MOR
diciembre 03, 2009
Domicilio conocido
Al otro lado de la calle, tras la ventana sin un cristal, en mis narraciones inconclusas, en la memoria de mi sistema inmunológico, en mi seguro de vida, en la trampa para los monstruos ya en desuso, envuelto en las mortajas negras que colgaban de mi muñeca izquierda, en la respiración entrecortada, en el corazón paralizado, en la biofísica y en la retórica, en mi centro de gravedad, recorriendo la rosa de los vientos, en el mecanismo cuadro a cuadro de la visión, en las corrientes de calcio, en la Teogonía, en el Tántalo; en el manantial de maullidos, en un sobre de análisis clínicos, en el barroco, en todas las naturalezas muertas, en el semblante cansado, en los bailes que la respiración inspira, en mis momentos de concentración, en las imágenes hipnagógicas, en los vuelos a ojos cerrados, en los dulces dolores, en el frío amor de las agujas, entre las costillas, en el firmamento, en el negro, en la cicatriz de mi boca, en la mirada triste, en la sonrisa malsana, en todos y ningún lugar...
Encontré este texto mientras cancelaba uno de mis perfiles públicos, lo escribí hace casi un lustro y aun me parece vigente.
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retórica
noviembre 05, 2009
Trigésimo cuarto capítulo del segundo libro de Lo Insondable
Nuestro retorcido sentido común nos llevaba a afirmar que sobre advertencia, no hay engaño. ¿Te engañé?, ¿creíste alguna de mis locas declaraciones de no amor?
Me engañaba sola, arrojábamos frases hechas de la misma forma que nos arrojábamos a los brazos; cómo me arrojabas de tu mundo, cómo te mantenía alejado de mi mundo.
Desambiguación: interlocutor de mis madrugadas.
Somos un par de desconocidos que intenta cubrir los ojos del otro con la mano que le queda libre al cubrirse el rostro.
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octubre 08, 2009
450
Sucker love I always find, someone to bruise and leave behind.
Encontré el nombre para la hija que no tendrás conmigo. Encontré el ensueño perdido en mi cabeza y el camino de regreso a casa que no se funde en tu Universo.
Encontré mis viejas notas y leí tu patrón cíclico tan claro como el entramado de mi carne.
Saboree más dulce mi tristeza dulzona que se pega al cuerpo y me languidece la mirada y descubrí que no era la vieja tristeza; saboree despacio para notar que no era tristeza y que tampoco te había comenzado a extrañar ni a reconstruir con los trozos de recuerdo que escondí en los brazos para ya no soltarte.
Something borrowed, something blue, every me and every you.
Encontré el camino que no tiene relojes ni calendarios, que no se rige por protocolos encorsetados ni escucha el rumor sordo del absurdo.
Encontré el nombre para la hija que no tendrás conmigo. Encontré el ensueño perdido en mi cabeza y el camino de regreso a casa que no se funde en tu Universo.
Encontré mis viejas notas y leí tu patrón cíclico tan claro como el entramado de mi carne.
Saboree más dulce mi tristeza dulzona que se pega al cuerpo y me languidece la mirada y descubrí que no era la vieja tristeza; saboree despacio para notar que no era tristeza y que tampoco te había comenzado a extrañar ni a reconstruir con los trozos de recuerdo que escondí en los brazos para ya no soltarte.
Something borrowed, something blue, every me and every you.
Encontré el camino que no tiene relojes ni calendarios, que no se rige por protocolos encorsetados ni escucha el rumor sordo del absurdo.
septiembre 16, 2009
Sondeando lo insondable
No definiré lo insondable porque fue un término que no acuñé, lo adopté y abrigué en él nuestra volátil relación. Después se transformó en nuestra esquiva relación, nuestra nula relación, nuestra cordial relación y así cada año tenía un nombre distinto bajo el nombre general de lo insondable.
Hoy mientras me miras sin velos sigo creyendo que es "lo insondable" el mejor término para este extraño nosotros.
Hoy mientras me miras sin velos sigo creyendo que es "lo insondable" el mejor término para este extraño nosotros.
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septiembre
septiembre 02, 2009
Sobre la memoria
Adquieres, consolidas, almacenas y un buen día, evocas. A veces evocas y se vuelve un mal día.
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mi mamá me mima,
neuro hasta en la sopa
agosto 21, 2009
I
No necesito explicártelo, ya lo sabes. Tal vez lo sospechas pero no tengo certeza de que así sea.
Hay dos opciones, que no me vuelvas a ver o que no te vuelva a ver.
Nos extrañaremos un tiempo, no más de lo que ya nos extrañábamos; tal vez algunas lágrimas de ambos bandos aparezcan. Yo ya te lloré, cuando estabas y no estabas, en abundancia.
Hay dos opciones, que no me vuelvas a ver o que no te vuelva a ver.
Nos extrañaremos un tiempo, no más de lo que ya nos extrañábamos; tal vez algunas lágrimas de ambos bandos aparezcan. Yo ya te lloré, cuando estabas y no estabas, en abundancia.
julio 27, 2009
A mi interlocutor callado
He escrito tantas veces sobre volutas de blanco humo, sobre columnas retorcidas de breve vida, pero lo cierto es que más intenso resulta el recuerdo del aroma del tabaco. Acepto que la visión de una mano firme llevándose el cigarro recién extraído de la cajetilla y una cerilla que momentos después le sigue en el camino son seductores, pero más seductor es ese mismo acto si se acompaña por un gesto de entrega (aun momentánea) a la actividad y un total abandono del resto del mundo.
El aroma encadena a su arribo al gusto. El tabaco sin quemar, que al probarlo adormece la lengua y tiene destellos del sabor de tu pecho; el tabaco claro, recién encendido me trae los ojos grises-azulados-verdosos... acuosos y endurecidos. El tabaco fuerte me derriba, me sacude, me violenta el recuerdo con historias confusas llenas de besos furtivos y terribles miradas que invaden y penetran, de mar y lluvias sin final y días que se recuerdan solo en las pocas frases entrecortadas, lapidarias y de mortal filo. Las historias de tabaco fuerte son las de bestias rampantes, de afiladas garras y expuestos afectos, de furtivos y violentos besos que marcan y duelen, saliva lacerando como quemadura de cigarro.
Las volutas son ligeras cortinas que la memoria tiende alrededor de estos recuerdos. Todos son uno. No dejes, amor, de venir con el aroma del tabaco.
El aroma encadena a su arribo al gusto. El tabaco sin quemar, que al probarlo adormece la lengua y tiene destellos del sabor de tu pecho; el tabaco claro, recién encendido me trae los ojos grises-azulados-verdosos... acuosos y endurecidos. El tabaco fuerte me derriba, me sacude, me violenta el recuerdo con historias confusas llenas de besos furtivos y terribles miradas que invaden y penetran, de mar y lluvias sin final y días que se recuerdan solo en las pocas frases entrecortadas, lapidarias y de mortal filo. Las historias de tabaco fuerte son las de bestias rampantes, de afiladas garras y expuestos afectos, de furtivos y violentos besos que marcan y duelen, saliva lacerando como quemadura de cigarro.
Las volutas son ligeras cortinas que la memoria tiende alrededor de estos recuerdos. Todos son uno. No dejes, amor, de venir con el aroma del tabaco.
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julio 22, 2009
Descarrilamiento
Eres un cuervo. Meto un dedo a mi boca, caracolas azules emergen en un estrépito de recuerdos y tos.
Llamé amor al canibalismo con mantelería fina, a la pornografía, al coleccionismo de aves de rapiña, floretes y postales luego de que a quemarropa me dijeras que era el amor de tu vida y te marcharas. También yo te amaba. Era tan joven, la piel del interior de mi boca era aun tersa.
Tenías que dejarme libre para poder ir a conocer a todos los hechiceros e ilusionistas, para fingir agonías, para conocerte.
No puedo traerte al mundo a voluntad, asaltas mis pensamientos mientras camino, cuando me fundo en el oleaje de las calles y no puedo detenerme a buscarte entre la gente. Se acaba el día y no quiero saber más de ti pero se que la ensoñación te traerá de regreso.
Llamé amor al canibalismo con mantelería fina, a la pornografía, al coleccionismo de aves de rapiña, floretes y postales luego de que a quemarropa me dijeras que era el amor de tu vida y te marcharas. También yo te amaba. Era tan joven, la piel del interior de mi boca era aun tersa.
Tenías que dejarme libre para poder ir a conocer a todos los hechiceros e ilusionistas, para fingir agonías, para conocerte.
No puedo traerte al mundo a voluntad, asaltas mis pensamientos mientras camino, cuando me fundo en el oleaje de las calles y no puedo detenerme a buscarte entre la gente. Se acaba el día y no quiero saber más de ti pero se que la ensoñación te traerá de regreso.
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junio 30, 2009
Borradores archivados I
Avenida de los Insurgentes, 6:30 a.m. LLuvia ligera que parece retrasar indefinidamente la salida del sol. Circuito Escolar, Ciudad Universitaria, una pinta en la Facultad de Arquitectura "... this terrible sorrow".
Avenida de la Reforma, 6:30 p.m. LLovizna y viento. Quisiera retrasar indefinidamente la puesta del sol. No hay pena.
Años de distancia entre párrafos.
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junio 22, 2009
Farfar
Dejé sobre la mesa de noche de mi hermano el Demian de Hesse. Pasaron algunos meses para que él decidiera abrir el libro. Ayer en la noche lo descubrí leyendo, en una de esas noches de insomnio adolescente que a mi tanto me persiguieron.
Mi abuelo lo puso en mis manos gracias a la infinita curiosidad que me aqueja; él había muerto hacia ya varios años pero su biblioteca estaba intacta, inquietantemente intacta. Busqué ociosa entre sus repisas en más de una ocasión, hojeando primero los libros de entomología y zoología, luego los de antropología llenos de láminas en blanco y negro, vinieron los atlas enormes y las enciclopedias técnicas y científicas. Después de haber hojeado por un par de años y luego religiosamente regresar los libros a su anaquel, comencé el pillaje.
No me sonroja declararme culpable de aquellos hurtos, la biblioteca estaría enmohecida y desperdiciada, sin más manos ávidas que acariciaran los lomos secos y carcomidos, sin nadie que se preguntara quién había sido mi abuelo.
La enfermedad se llevó su vista gradualmente, creo que eso le apenaba más que repentinamente quedarse ciego. Le vi leer usando una lupa y sus ya enormes gafas, le vi leer casi adivinando con las manos las grafías más grandes de los encabezados del periódico. No hubo día que mientras conservaba algo de la vista, no le viera leer.
Cuando sus ojos no pudieron proveerle más imágenes, un séquito de cuidadoras e hijos le leía, el ya sea al lado de la cama o sentado en su silla de ruedas escuchaba en silencio. Yo era muy pequeña, hubiera querido saber qué era lo que leía, qué era eso que lo apasionaba tanto.
Hoy no recuerdo cuantas novelas extraje de la casa de mis abuelos, fueron muchas y algunas no soportaron el paso de mi adolescencia vagabunda. Las enciclopedias están a salvo en casa, ahora miran absortas al mundo que no lee libros porque todo encuentra en la red, el mundo sin rigor; no cargué con ningún atlas, eran demasiado voluminosos y denunciaban el robo de manera escandalosa.
Demian saltó a mi maletita sin problema, acompañado creo de La Nausea y un poemario indígena. Así comenzó el viaje de exploración al Universo literario de mi abuelo, con cada viaje un libro bajo la mirada solapada de mi padre. De mi abuelo descubrí el compromiso con su momento histórico, su espiritualidad que aun me inquieta, la sencillez con la que se rodeaba, la ambición por conocer y, a todo esto yo no pude decirle gracias.
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