noviembre 06, 2010

carta y regalo y adios

Durante algunos años fui experta en los saltos mortales. También en los saltos morales. Viajaba por el mundo enfundada en la armadura más hermosa que pude construirme, repelía de tal forma el contacto con el mundo de los afectos que decidí jamás quitármela. Ni siquiera cuando llego el Señor del Tiempo, quién a recientes fechas decidí matarlo y bailar danzas de victoria sobre su imperfectamente perfecto cadáver. Tampoco me la quité cuando arribó la Señora del Negro con su corte de amantes de alquiler y su perfecta historia de tragedias. Al contrario, me regalaron escamas de dragón y destilados venenosos para adornarme; jamás me sentí más hermosa.


El Señor del Tiempo me nombró caballero desde el primer beso, en los tiempos en los que aun soñaba con ser princesa, cuando era muy joven y me enganchaba en todo absurdo reto que cruzara mi campo visual; me besó y me dijo "eres un peligro para mi, tienes una espada". Creo que ese fue el principio de la locura declarada, el lanzamiento al mundo paralelo, la rasgadura en lo real que me llevó al mundo de los Señores y los Caballeros, y también, la frase que selló mi armadura. El Señor del Tiempo, hermoso solo como amor no consumado, monstruoso en esencia, terrible como personaje de cuento.
La Señora del Negro, banshee, hechicera, asesina confesa, esquizofreinizante hasta el último de sus dorados cabellos, de sus deliciosos ojos, de sus incomparables labios. Confidente de todos mis secretos, juez de todos mis amantes, narradora de mi cotidiano, artífice de mi gloriosa caída y guardiana de mi Infierno Personal. Me regaló todos los nombres que pueden verse tatuados entre mis costillas en la precisa luz de la mañana, esos contrahechos poemas de amor que constituyen el listado de mis manías y de mis inconfesables actos; me regaló los nombres que describen con dolorosa precisión mi rostro de destrucción y decadencia. Así nació la Señora de la Decadencia.
La Señora de la Decadencia fue mi rostro durante muchos años; armada y agresiva, esquiva y violenta. Creía protegerme del abandono, en sus helados brazos me transportó como a una niña, creía cuidarme pero le mataba de inanición y frío. La Señora de la Decadencia es la que contestaba con aullidos de guerra a los llamados de camaradería, es la que destrozó a mis amorosas cajas de resonancia. Dejé de sentir, mi piel era fría y mis ojos jamás expresaron tanta tristeza (lo recuerdas banshee, tu amada princesa de ojos tristes, la que soñabas que se ahogaba en el mar).
Quiero que esta sea la última vez que aquí los nombre, Señores, enterrarlos en el Olvido Colectivo, no tengo un borrador escrito de estas líneas. Se van y no se van, porque son ya parte del entramado de mi carne, hilos coloridos en la memoria; se van porque llegó su momento, porque nombrarte, Señor del Tiempo, Polaris, es tarea que consume presente que no estoy dispuesta a darte; se van, Señora del Negro, porque así eres siempre mía, siempre hermosa y siempre inofensiva.
Quiero aprender a aullar, morder y retozar oportunamente; correr sin la armadura, guardar en su funda la espada y no usarla como extensión de mis pensamientos y brazos. Mis pasos torpes ahuyentan a quienes amo, paciencia. Mis palabras sombrías, asustan a quienes me oyen, paciencia. Sostengo entre los dientes lo que amo, como un lobo transportando a sus cachorros, soy como una madre primeriza que antes de cargar esperanzas destrozaba cráneos, paciencia.

octubre 05, 2010

Corcel de Jade

Me dijiste: "Mi vida es un nudo y tu eres el centro". Siempre nos gustaron las frases dramáticas, sentirnos como parte de una historia repleta de héroes trágicos , fantasear a que nadie tendría diálogos tan emotivamente retorcidos, tan dolorosamente bellos, cómo tu solías referirte a ellos.
Un día dejamos de conjugar el verbo amar, tal vez por aburrimiento, tal vez por la desesperación de no ir a ninguna parte, o por estar en todas partes sin jamás encontrar descanso a la desesperada búsqueda por el momento perfecto.
Al hacer el recuento de nuestros defectos, estos parecían condecoraciones, recuerdos de viejas hazañas, cicatrices caracteriológicas qué más que afear, adornaban nuestros retorcidos perfiles. Te amé sin freno y sin dirección, me amaste como caballo desbocado, como el negro corcel que eres.
Te guardo al interior de mi boca, en el entramado de mi carne, en la silenciosa calma de mis pulmones que absorben del aire las briznas de tu esencia. Te guardo en mi regazo, en el espacio vacío entre mis brazos.

septiembre 29, 2010

Señor Otoño

Después del manto de nubes que bloqueó la vista del cielo, y que no me dejó sentir con toda la fuerza el equinoccio, el amanecer de hoy fue un banquete visual. Ya es luz de otoño, ya es luz de octubre, ya casi es mi cumpleaños.
De a poquito me voy desperezando y siento la emoción por el trabajo, y los paseos, y la compañía, por la vida pues... el verano me gusta, pero me aletarga considerablemente. El invierno tiene una luz sucia, a veces hasta vulgar... ilumina sin contundencia. El verano tiene una luz muy cobarde si se le compara con la de otoño.
Me emociono y empiezo a hacer uso de las definiciones basadas en mi sinestesia. La luz de otoño me duele de tan bella, suena en el oído izquierdo como tamborileo en las mañanas; adivino que me duele en la conjuntiva del ojo, y en los recuerdos que retumban en lo más recóndito de mi corteza visual desde 1986... los recuerdos anteriores son meras confabulaciones.
Aunque estoy estornudando más de la cuenta y la garganta grita en mi oído su repiqueteo de irritación, extrañaba ese cielo azul desolación y a la luz que desnuda miedos y deseos.

septiembre 09, 2010

120 uur

-Vamos a caminar hasta que encontremos el mar.
-¿Y si nos perdemos?
- Nos damos la vuelta y lo volvemos a hacer.

julio 09, 2010

A Luis

Tenia atorado a la mitad del pecho algo así como 3 millones de besos y abrazos para repartir y muchas cosas que gritar y un descomunal arsenal de cosquillas y caricias. Hoy me están aprentando dolorosamente todos los que no pudieron salir; tienen tanto miedo de no llegar a ti.

junio 19, 2010

Sur sum corda

Hace un año perdí a un tutor. He tenido muchos maestros, figuras que me inspiran confianza y respeto, que pueden ser mucho mayores que yo o tan solo unos años separarnos. En su mayoría nada tienen que ver con la Academia, ni con Institución alguna; ellos comen, duermen, caminan, sacan a pasear al perro, hacen el super, se muerden las uñas, olvidan nombres más no rostros, tienen la letra ilegible, pierden los bolígrafos y estrechan las manos con fuerza. Ninguno me ha enseñado a trasmutar el plomo en oro, ni a seducir a los demás para que me den lo que yo quiero; con ellos he aprendido a aliñar ensaladas y a conducir perros, a mirar al cielo para predecir el clima, a doblar bolsas de plástico hasta dimensiones imposibles, a escribir cartas desesperadas ante situaciones desesperadas, a hacer jabón para burbujas y a dejar ir a las burbujas, a colgar dignamente una gabardina de un perchero precario, a meter todo en bolsas de tela, a golpear a puño limpio, a no preocuparme por la ropa que se mancha mientras te arrastras por la hierba, a nunca renunciar a quién te hace sonreír. También perdí un maestro.

mayo 24, 2010

Patita de perro

Todos quieren sentirse amados, únicos, especiales. Todos buscan atención, compañía, sentido. Casi todos lo buscan en alguien que busca lo mismo. El viaje piel adentro es para todos, para los fuertes, los débiles, los poderosos y los despojados; para los que se sienten felices y los que presumen sus tormentos. Solo lo emprenden los que están dispuestos a renunciar a las promesas de los Otros. Vivo de la promesa que a diario me hago.

abril 22, 2010

22 de abril

El veintidós tiene color azul-verdoso. Pasé los últimos veintidós de cada mes con un vaso de ajenjo, bebiéndome el veintidós, bebiéndome lágrimas de tristeza y de risa (de esas lágrimas que oscilan entre una y otra, que no permiten distinguir estados, que son lo mismo que una carcajada en el rostro cansado que se exhibe a diario en el espejo).
Veintidós y mis tacones se arrastran por caminos harto conocidos, asqueados de los mismos pasos que suenan a marcha patibularia.
Me gustan los números capicúa, me gusta jugar con el orden de las cosas. Primero, segundo, tercero, primero, vigesimocuarto, segundo, trigésimotercero, así a veces suenan los capítulos de una historia que intento re-hacer frente al analista. Me gusta jugar con el orden, te mueres, revives, te mato, nos morimos, te encuentro, te conozco... veintidós, veintidós, veintidós.
El veintidós también sabe a tabaco, a mezcal, a tinta, a sal de mar, a sal de lágrimas, y al final, tiene un gustito tímido a humedad; todo junto, monumental en mi boca.
Juego a escribir otras palabras en vez de las que había destinado para escribir hoy. Escapo a mi refugio en dónde siempre son las once de la noche y puedo traer al presente todo lo que desee. Hoy traje un fragmento de sinestesia pasado por mis obsesiones capicúas.
Puedo darte las buenas noches, oliendo a humedad y sal, vestida como siempre, de verde.

marzo 16, 2010

Estrofa I

Mírame, que te como con los ojos, no de frente, no sonriendo; te como con la orillita del ojo, en el margen de la retina, y apareces borroso, pero eres todo mío. Mírame, pero mírame como yo no te miro a diario, sino en esos extraños cruces de caminos, en esos descarriados momentos en dónde hablo sin parar, y te ríes sin parar, y tenemos aun el cabello revuelto de ideas.

febrero 07, 2010

Diario onírico I

Al otro lado del laberinto esperaba tu arribo, mientras del cielo caían bolas de fuego.

enero 04, 2010

Antes de que entrara el invierno.

Caminito de migajas. Caminas en la oscuridad detrás mío. Respiro la calma.