noviembre 05, 2009

Trigésimo cuarto capítulo del segundo libro de Lo Insondable

Nuestro retorcido sentido común nos llevaba a afirmar que sobre advertencia, no hay engaño. ¿Te engañé?, ¿creíste alguna de mis locas declaraciones de no amor?

Me engañaba sola, arrojábamos frases hechas de la misma forma que nos arrojábamos a los brazos; cómo me arrojabas de tu mundo, cómo te mantenía alejado de mi mundo.

Desambiguación: interlocutor de mis madrugadas.

Somos un par de desconocidos que intenta cubrir los ojos del otro con la mano que le queda libre al cubrirse el rostro.

No hay comentarios.: