marzo 22, 2012

Recuperación espontánea.

Me he descubierto cantando este último mes. Generalmente lo hago cuando estoy sola y haciendo alguna otra tarea como lavar trastes o escribir la tesis o dibujar neuronitas para mi artículo.
Cantar solo siempre es mejor visto que hablar solo (cosa que también hago con frecuencia), pero en mi caso solía únicamente hablar sola. No lo hago mal, de hecho cantaba en los coros de la escuela y era buena haciéndolo, luego llegó mi bestia negra y pues dejé de cantar y de muchas cosas más.
No me acordaba que cantaba, este bicho negro escondió el recuerdo y pues estaba por ahí, perdido junto con mi bolsa de Kitty y la mantilla de la bisabuela.
Me pasó lo que a los pinzoncitos que no los dejan escuchar cantar a los adultos y jamás logran consolidar su canto maduro y cuando les llega la hora de lucirse con las chicas hacen quirks sin ton ni son y las chicas se van. Por eso no me van a escuchar cantar en público mis canciones espontáneas, esas que son el soundtrack de mi cotidiano; me siento como pinzón que se perdió de la parvada y canturrea como colibrí.