Me caen muy bien las polillas, con su cuerpecito peludo y enjutado y sus alas pardas. Cuando era niña trataba de salvarlas a toda costa de los niños que las apedreaban o las molestaban mientras descansaban en la pared del salón de clases.
Siempre he estado atenta de lo que mis sueños y el mundo me dicen; a veces escucho nítida la voz de lo que no conozco y a veces apenas detecto un susurro tímido. Un sueño me dijo que a la vuelta del vuelo de una polilla encontraría lo que necesito; a los pocos días una polilla voló frente a los ojos tristemente hermosos de mi extravagante amor de juventud y mi dicha no conoció límites. Nocturna melapia, mi hidalgo en decadencia, con su corte de gatos llorando amores y su desgarbada figura marcando el ritmo de disparo del supraquiasmático.
El primer beso, ese bajo las frondas de las jacarandas somnolientas y las mariposillas nocturnas revoloteándonos, selló mi desgracia. No volvería a querer correr de un amor a otro, de abrazo en abrazo; me unificaste y todas las penas repartidas en cada trozo de mi se hicieron una sola grande y honda. No podría vivir contigo, porque tu amor sofoca y duele, porque te duele el pecho cuando te toco, porque te duele la piel cuando te miro, porque te duelo cuando te hablo con la verdad y te duelo cuando nos quedamos callados y jadeantes, con las sábanas y los sentimientos revueltos porque no queremos que ese instante acabe, porque así es perfecto, y terrible, y amado, y deseado, y siempre añoramos ese momento cuándo no estamos juntos y extrañas mi risa y yo quiero que juegues con mi cabello y me cuentes historias y comience a dormirme y te enfade tener que levantarte porque la realidad toca a tu puerta y ya estamos de nuevo separados y en un rincón guardo la cota de malla para cuándo salgamos a cazar dragones y tu me dispares una flecha y me atravieses la garganta. No podría vivir sin ti porque todo el Universo es tu casa y el patrón de disparo de los núcleos que liberan al REM gritan tu nombre.
Y hace unos días, allí estaba, esa polilla muerta en el baño del Instituto y las lágrimas se me salieron porque se que nada va a ser igual y necesito una guía nueva. Y ahí voy, con mi polilla envuelta con un pedazo de papel y aguantándome las lágrimas porque te estaba llevando a la tierra para que te renovaras como lo hacen esas semillas de las que te hablé que tengo a la mitad del pecho y me sirven para no morirme de tristeza cuando algo dentro de mi se muere, y allí iba la polilla, a la tierra húmeda, no húmeda, anegada porque se estaba cayendo el cielo sobre el sur de la ciudad y recordé otros tantos días de tormenta en tu compañía y lloré porque no se si algún día estarás tras una polilla.
agosto 24, 2012
agosto 14, 2012
Con quien se galopa el revés del tiempo
A veces en esas desagradables madrugadas en dónde no puedo dormir tomo el teléfono o mando un tuit a uno de mis trasnochados amigos. No me causa remordimiento hacerlo porque se que estará despierto, y si maldice o se queja no es nada contra mi, sino que le gusta maldecir y quejarse.
Nunca había hablado de él aquí, es una de mis personas favoritas desde hace varios lustros y en definitiva es alguien que me conoce bien... no sabía que demasiado bien.
Me regaló unas lindas cicatrices y muchas cartas que todavía conservo; podría pensarse que en secundaria todas las cartas son sobre quién te gusta y otras cursilerías propias de la pubertad, pero sus cartas eran muy distintas, hablábamos de nuestros problemas y de lo que nos angustiaba... y de cursilerías también. De esa época nos quedó la costumbre de llamarnos por los apellidos y maldecir a la menor provocación.
Nuestra historia tiene largos periodos de silencio, cacofonías y melodías sombrías; también hemos tenido pasajes festivos y extravagantes. Somos muy orgullosos y nos molesta que alguien intente decirnos qué hacer, e incluso, que nos de un consejo; sufrimos ese orgullo, pero disfrutamos la miseria por la simple razón de que la elegimos... Ando muy sensible, él sabe por qué.
Nunca había hablado de él aquí, es una de mis personas favoritas desde hace varios lustros y en definitiva es alguien que me conoce bien... no sabía que demasiado bien.
Me regaló unas lindas cicatrices y muchas cartas que todavía conservo; podría pensarse que en secundaria todas las cartas son sobre quién te gusta y otras cursilerías propias de la pubertad, pero sus cartas eran muy distintas, hablábamos de nuestros problemas y de lo que nos angustiaba... y de cursilerías también. De esa época nos quedó la costumbre de llamarnos por los apellidos y maldecir a la menor provocación.
Nuestra historia tiene largos periodos de silencio, cacofonías y melodías sombrías; también hemos tenido pasajes festivos y extravagantes. Somos muy orgullosos y nos molesta que alguien intente decirnos qué hacer, e incluso, que nos de un consejo; sufrimos ese orgullo, pero disfrutamos la miseria por la simple razón de que la elegimos... Ando muy sensible, él sabe por qué.
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VTIV
agosto 09, 2012
Y como en la primaria, pido paz
A veces quisiera decir "ya no juego" (es más, lo he dicho), y salir corriendo a atender mi maltrecho sistema límbico. Un ratito para ponerle compresas frías a esa inflamada amígdala, para sentarme a consolar al hipocampo y quitarle el susto al cíngulo; pobre de mi corteza prefrontal, tan maniatada.
Tiempo para lamerme las heridas y aprender de los golpes; dejar de lado esa enferma manía por llevar las cicatrices por delante, como trofeos y advertencias. Al parecer esa madurez aun no llega, quién sabe cuánto más tarde y cuánto más tendré que aguantar (me).
Decir "ya no juego" porque no sabía a lo que jugaba, o creer que siempre lo iba a controlar... nada más ingenuo. Decir (me) en voz alta "yo puedo", "yo entiendo", "yo soy capaz de ponerle una mordaza a la emoción descarriada, a esa emoción que soy yo y actuar de manera utilitaria". Hoy "gozo" de mis retorcidas palabras y lineales acciones.
Siento, y mucho.
julio 07, 2012
Regalo desde el anonimato
Fueron varias ocasiones en las que dijiste no saber de quién hablo en el blog, que a pesar de conocerme, no entendías de quién se trataba. Hice un buen trabajo escondiendo los nombres que ya sabías, soy una maestra en el arte de equivocarme.
Te regalo esta entrada, inequívocamente tuya.
Hace poco entendí que te culpé por todas las decisiones que yo no tomé, tanto las que me correspondían como las que no. Las que iban desde el beso robado hasta nuestras ambiguas permanencias. Me disculpo.
Esta entrada va en tu honor, coloreada con verde absinthe y motitas negras, sonando como a esa suite de Peer Gynt y al clamor de un tren que va a 2046.
Te regalo esta entrada, inequívocamente tuya.
Hace poco entendí que te culpé por todas las decisiones que yo no tomé, tanto las que me correspondían como las que no. Las que iban desde el beso robado hasta nuestras ambiguas permanencias. Me disculpo.
Esta entrada va en tu honor, coloreada con verde absinthe y motitas negras, sonando como a esa suite de Peer Gynt y al clamor de un tren que va a 2046.
junio 16, 2012
II
Porque hay ocasiones en las que la muerte me parece un estado transitorio y me imagino que voy a encontrarte un día, sentado en el sillón de la salita, frente a la ventana; o que te veré caminar hacia mi entre el tumulto del aeropuerto o en el recinto a media luz de una sala de conferencias atiborrada de lenguas que no comprendo; que abriré la puerta y estarás gozando del sol de la mañana. Pero morir es tan definitivo que no alcanzo a comprenderlo, me cuesta tanto entenderlo.
De la misma forma en la que te separas de tu presente y lo dejas transcurrir hacia el olvido, con toda su corte de anhelos, con todas las fantasías, embriones de realidad, para continuar con el presente, para nunca abandonarlo.
Me aconsejan pensarte como a un muerto, como a un muerto más de todos los que habré de conocer, para los que no tengo un día especial para recordar. Pero cómo mandarte a esa tierra, que pienso como transitoria; ponerte allí, solo me torturaría.
Mis muertos, a los que les hablo sin darles un nombre pero nombrándolos con los labios apretados, que es también como menciono tu nombre cuando nadie me ve, cuando nadie me escucha. Te odio tanto, por no estar muerto y no saber que hacer con tu recuerdo.
Las historias cíclicas tienen la culpa, nuestra historia cíclica tiene la culpa; ya sacrifiqué besos y entrañas a semidioses para romper con ellas, ya agoté en estériles noches mis fuerzas sin éxito. Intentaré el camino del perdón y el olvido, tal vez entonces seré yo la que se encuentre un día con todos los muertos.
Mando mis pensamientos al exilio donde todos y nadie se conocen.
junio 01, 2012
1
No encuentro las migajas con las que formé el caminito.
Muchas de mis diosas me susurran que ya es tiempo de abandonar la tierra de los que fueron; me lamento por comer el grano de granada, que me condenó a regresar cíclicamente a esta tierra de simulacros.
mayo 26, 2012
La risa del lobo
Ayer hasta casi las cinco de la tarde escuché el mensaje que me dejaste grabado. Me dijiste que no llamara, que tu me llamarías después. Hace unos días encontré tus cartas electrónicas, los correos de cuándo te fuiste a probar suerte en la tierra de los dragones; no recordaba todo lo que ocurrió, creo que es porque estaba camino a la locura y la enfermedad me había ya atrapado. Me costó casi cinco años sanar el cuerpo y apuntalar la voluntad y la emoción.
Siempre me has dicho que los gatillos que disparan mi actuar son distintos a los que hacen estallar mi sentir. Creo que te equivocas, por segunda ocasión. En este borroso juego, los rostros se confunden y todo termina siendo la misma historia, las razones las mismas, los argumentos idénticos.
No estarás presente cuando cuente mi cuento de actores moleculares, ni cuando celebre ese desafiante nuevo año, cómo no estuviste en los veranos sin sueño y en los recintos de sutil estruendo. No lo elegí así, tampoco hice nada porque fuera distinto.
Venciste, nuevamente sin mover un dedo, a la distancia. Mis diálogos esquizofrénicos solo han podido ser por ti desentrañados, llego con la boca sangrando y sabes que es la más dulce de tus victorias.
Mi diálogo que es cacofonía.
Siempre me has dicho que los gatillos que disparan mi actuar son distintos a los que hacen estallar mi sentir. Creo que te equivocas, por segunda ocasión. En este borroso juego, los rostros se confunden y todo termina siendo la misma historia, las razones las mismas, los argumentos idénticos.
No estarás presente cuando cuente mi cuento de actores moleculares, ni cuando celebre ese desafiante nuevo año, cómo no estuviste en los veranos sin sueño y en los recintos de sutil estruendo. No lo elegí así, tampoco hice nada porque fuera distinto.
Venciste, nuevamente sin mover un dedo, a la distancia. Mis diálogos esquizofrénicos solo han podido ser por ti desentrañados, llego con la boca sangrando y sabes que es la más dulce de tus victorias.
Mi diálogo que es cacofonía.
abril 01, 2012
Otro domingo, meses atrás
Hace unos meses entré en ansiedad gracias a una película, Reprise. Era un domingo por la tarde, tenía un vaso tamaño malteada lleno de clericot, Heidi haciéndose un mani-pedi en el sillón junto a mi y mi frazada de gatos dispuesta a salir al quite si era necesario; estaba lista para percibir confortablemente y sin sobresaltos. Y apareció esa escena, ese: "girls aren't cool, they can be pretty or 'cute', and with some serious dieting even sexy. They can be nice, dumb but nice. But who wants nice? You want interesting people around you. Has a girl ever introduce you to any new music or recommended a book you didn't already read in high school? Anything just slightly outside of the mainstream. If so, she got it from an ex, her brother, her father."
Bastó eso para trastornar las siguientes semanas; al principio no tuvo gran efecto, era parte de la línea argumentativa de la película, no más; pero al cabo de un rato empecé a analizar mis herencias. Que si el gusto por las orquídeas fue o no un asunto de cultivo a dúo, que si la chica fabulosa era la chica fabulosa de tu amigo y ÉL te la presentó, qué si te fuiste al Instituto porque te lo recomendó tu amigo o estabas escapando de el vizconde demediado ese que te acosó durante años...
Luego vinieron los libros... las chicas ganaron, pero en cuestión musical me lanzaron contra las cuerdas. Ahí estaba ese químico inorganometálico enlistando sus recomendaciones desde su puesto eterno en la sala Nezahualcóyotl, mientras tomaba algún trocito de chocolate Lyndt con sus huesudos dedos... el científico-clarinetista-aquel mareándome con sus sonidos experimentales y su banda de jazz-bossa-nova-pose-garage que me entregaba listas y listas de intérpretes, o los dj's de ocasión que me plantaron algún buen título y me dejaron mordisquearlo con agrado.
Y así, con las ideas en la masa gris, me caché y frené. A veces pareciera que tengo que rendir cuentas de lo que hago con mis días, acomodar mi existencia en unas tablas comparativas, meter mis datos en una base de datos enorme y luego esperar a que me den mi boleto para canjearlo por "aceptación social". Al diablo con eso.
Agradezco a todos la influencia que tienen en mi cotidiano. Desde el librero me contemplan objetos que atestiguan momentos de convivencia, intercambios y transiciones. Mi biografía que es antología y cuento.
marzo 22, 2012
Recuperación espontánea.
Me he descubierto cantando este último mes. Generalmente lo hago cuando estoy sola y haciendo alguna otra tarea como lavar trastes o escribir la tesis o dibujar neuronitas para mi artículo.
Cantar solo siempre es mejor visto que hablar solo (cosa que también hago con frecuencia), pero en mi caso solía únicamente hablar sola. No lo hago mal, de hecho cantaba en los coros de la escuela y era buena haciéndolo, luego llegó mi bestia negra y pues dejé de cantar y de muchas cosas más.
No me acordaba que cantaba, este bicho negro escondió el recuerdo y pues estaba por ahí, perdido junto con mi bolsa de Kitty y la mantilla de la bisabuela.
Me pasó lo que a los pinzoncitos que no los dejan escuchar cantar a los adultos y jamás logran consolidar su canto maduro y cuando les llega la hora de lucirse con las chicas hacen quirks sin ton ni son y las chicas se van. Por eso no me van a escuchar cantar en público mis canciones espontáneas, esas que son el soundtrack de mi cotidiano; me siento como pinzón que se perdió de la parvada y canturrea como colibrí.
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quirks y hums
febrero 23, 2012
enero 11, 2012
fichitas
Con el pasar de los años he acumulado "sistemas de categorización" para hombres, son producto de largas y animadas "sesiones de neneo". No cuantificamos testosterona ni realizamos análisis morfométricos, estas clasificaciones son únicamente conductuales. Cuando construyamos el Instituto de Psicología Pop, todas las clasificaciones serán compiladas y escribiremos un manual, mientras tanto hablaré de algunas etiquetas, de las que me han tocado, de las que he buscado.
Soy adicta a los hombres que caen en los conjuntos "mal hombre", "no mata ratas" y "patán caballero" (tengo que darle crédito a Miss Pelagra, aka Sandrinne y a MP por tan bellos nombres). En mi cabeza suelo re-nombrarlos como "guardianes de la cultura".
Mis guardianes de la cultura pueden sobrevivir cotidianamente sin ayuda de mujeres, tienen la necesidad de sentirse "protectores" aunque sea a mi a la que le toque espantar a la abeja, quitar el ratón muerto, colocarme del lado de la barandilla; han leído a Simone de Beauvoir, aman la ópera, saben tocar al menos un instrumento, cantan, me cantan, saben arrullarme; leen mucho, están mucho tiempo solos, me acompañan al médico, viajan, compran vajillas, leen a Cioran, a Darwin, a Rilke, aman a sus mascotas, arreglan todo con cinta adhesiva y alambres de bolsa de pan.
Son irresistibles a simple vista, cuando te acercas te das cuenta de las grietas en su edificio de perfección. Se vanaglorian de su inteligencia, de creer entender las cosas mejor que los demás, señalan, juzgan, voltean a ver si alguien los mira con desafío -inventadas injurias, el niño lastimado exige que otro hombre pague por las faltas-, creen que alguien se burla de ellos, sienten que deben demostrar que son mejores que sus contemporáneos. Se que es momento de despedirse cuando comienzan a hablar de su imperfección, cuando se derrumban aunque sea por un instante. No quieren testigos, quieren admiradores. Les dije que les quería pero en realidad los amaba, los amo, y se que saber todo esto y no hacer nada para cambiarlo me hace una cobarde.
Todo mundo me dice que mis gustos son excéntricos, poco atinados, qué saben ellos de lo que pasa cuando te encuentras con alguien que no tiene nada que perder y un poquitín de miedo por algunos bichines.
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