mayo 21, 2008
Todo acaba pasando
Una semana más, enfrentar el temor y dejar de pensar en la tragedia. Lo que quita el sueño.
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Polaris
siguiendo entre canes...
Qué cosa puede dar un perro. La dulcísisima Muerdes proporciona calor a mis piés destapados por su revoltoso dormir, una mullida alfombra de pelo en el piso de mi habitación, regalos inesperados del tipo croqueta escondida y pelota enzapatada, cicatrices varias, masajes capilares, horas de diversión armando rompecabezas de envoltorio de caramelo (en espera de que no se tragara un trozo), miradas largas y apacibles mientras le acaricio la barriguita.
Ella no es incondicional en su amor, su mirada inquisitiva y el espacio que solicita siempre me hacen pensar que aquellos que abusan de sus perros (o de las metáforas perrunas), jamás han experimentado el amor.
Ella no es incondicional en su amor, su mirada inquisitiva y el espacio que solicita siempre me hacen pensar que aquellos que abusan de sus perros (o de las metáforas perrunas), jamás han experimentado el amor.
Chien Gardien
Hace un par de lustros tuve un Perro Guardián. Ahuyentaba a los necios, atontaba a los pretenciosos, me daba galletas y en su sabiduría cineosa infinita me refugiaba en las horas muertas.
Tengo necesidad de nombrarlo ahora que ya no puedo verlo más que entre la niebla de la red.
Tengo necesidad de nombrarlo ahora que ya no puedo verlo más que entre la niebla de la red.
mayo 13, 2008
De las pequeñas y grandes tragedias
La gente busca evitar la tragedia adelantándose a ella. La falsa idea de que el conocimiento de ella la hará llevadera o podrá evitarla lleva a vivir la no siempre inminente y dolorosa situación mucho tiempo antes. Así, aunque no siempre ocurra la tan temida tragedia se comienza a vivir con el dolor sordo (que curiosamente imagino como ruido blanco) que descompone el rostro en un rictus de perenne pena.
El conocimiento no debería ser empleado de ese modo. No debería hurgarse en libros y pláticas añejas ni desperdiciar las horas de sueño en atroces ideas. No debería torturarse a quienes nos acompañan con latigazos de preguntas encaminadas a conocer las entrañas de la temida tragedia. Lo mismo va para un temido engaño como para el incierto dolor que se instaló días atrás en el pecho o en el estómago; engloba a la preocupación que deriva en miedo y angustia. Es el sobre con los análisis clínicos que llegará en tres días o la respuesta al correo que enviamos con el corazón saltando, es lo mismo.
Cuando me afirmas que estás bien instalado en la soledad y me haces parte del mundo de los solitarios, no entiendo otra cosa que tu esfuerzo por adelantarte a la tragedia.
El conocimiento no debería ser empleado de ese modo. No debería hurgarse en libros y pláticas añejas ni desperdiciar las horas de sueño en atroces ideas. No debería torturarse a quienes nos acompañan con latigazos de preguntas encaminadas a conocer las entrañas de la temida tragedia. Lo mismo va para un temido engaño como para el incierto dolor que se instaló días atrás en el pecho o en el estómago; engloba a la preocupación que deriva en miedo y angustia. Es el sobre con los análisis clínicos que llegará en tres días o la respuesta al correo que enviamos con el corazón saltando, es lo mismo.
Cuando me afirmas que estás bien instalado en la soledad y me haces parte del mundo de los solitarios, no entiendo otra cosa que tu esfuerzo por adelantarte a la tragedia.
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mayo 02, 2008
A Polaris
En no pocas ocasiones, el recuerdo de tu sabor me asalta. Se nubla la vista y la cabeza pesa, la punzada en el vientre, el temblor en las rodillas como registros de tu arribo.
Irrumpes sin aviso, no tengo oportunidad de evitarte o de darte una linda bienvenida, solo llegas. Reclamas tu ganado Imperio y yo intento siempre negártelo. Fantaseo así con la idea de que nunca te has erigido Señor.
De sorpresa en sorpresa he llenado semanas, días en los que no te apareces y me traes la calma de saberte lejos y desdibujado. Esto no dura mucho, tu sabor me cruza la boca, tu olor se me pega al cabello, a la ropa, en todos los sitios en dónde quedan marcas de tu paso; incluso la tinta en ocasiones tiene la fragancia de tu pecho.
Y no sé cómo desterrarte, y no quiero hacerlo tampoco; me quejo porque duele pero detestaría no sentirlo. La transición al olvido puede ser hermosa; te he dado tantos nombres.
Irrumpes sin aviso, no tengo oportunidad de evitarte o de darte una linda bienvenida, solo llegas. Reclamas tu ganado Imperio y yo intento siempre negártelo. Fantaseo así con la idea de que nunca te has erigido Señor.
De sorpresa en sorpresa he llenado semanas, días en los que no te apareces y me traes la calma de saberte lejos y desdibujado. Esto no dura mucho, tu sabor me cruza la boca, tu olor se me pega al cabello, a la ropa, en todos los sitios en dónde quedan marcas de tu paso; incluso la tinta en ocasiones tiene la fragancia de tu pecho.
Y no sé cómo desterrarte, y no quiero hacerlo tampoco; me quejo porque duele pero detestaría no sentirlo. La transición al olvido puede ser hermosa; te he dado tantos nombres.
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