En no pocas ocasiones, el recuerdo de tu sabor me asalta. Se nubla la vista y la cabeza pesa, la punzada en el vientre, el temblor en las rodillas como registros de tu arribo.
Irrumpes sin aviso, no tengo oportunidad de evitarte o de darte una linda bienvenida, solo llegas. Reclamas tu ganado Imperio y yo intento siempre negártelo. Fantaseo así con la idea de que nunca te has erigido Señor.
De sorpresa en sorpresa he llenado semanas, días en los que no te apareces y me traes la calma de saberte lejos y desdibujado. Esto no dura mucho, tu sabor me cruza la boca, tu olor se me pega al cabello, a la ropa, en todos los sitios en dónde quedan marcas de tu paso; incluso la tinta en ocasiones tiene la fragancia de tu pecho.
Y no sé cómo desterrarte, y no quiero hacerlo tampoco; me quejo porque duele pero detestaría no sentirlo. La transición al olvido puede ser hermosa; te he dado tantos nombres.
1 comentario:
a umi de polaris.... tanto así resuena la cuestión mi comadre.. lástima que no me deja publicitacionar (ya no se sabe qué terminaje está en onda, entre mercadólogos te veas) su blog.
besos de contra y de la ya vieja conocida trans.
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