marzo 20, 2011

Sobre el cuerpo

Todo acaba pasando. La diferencia es que ahora puedo expresar eso que pasa, no sobre la sacudida en los músculos distales y el vértigo sino en ese extraño vaciamiento que ocurre a través del cuerpo herido; el cuerpo que arde, punza, ebulle, supura, sangra, el cuerpo doliente y que duele.
Infancia es destino, y nunca aprendí a exorcizar a ese fantasma que llaman dolor emocional. Las palabras no me alcanzaban y ahora no se me hacen suficientemente precisas; hecho mano a mi lengua secreta para darles localización y forma, y dimensión y temporalidad. Necesito del cuerpo, de ese momento en que el cuerpo duele, de esa breve llaga, de la ubicua fiebre, de la garganta que se desgarra, del dolor que suena como timbales y tambores para vaciarme de la pena de las pérdidas y de la vergüenza de las derrotas.
Después, esa misma herida amanece como si hubiera pasado por el mejor sueño reparador, purificada por lágrimas y sollozos. Entiendo entonces que efectivamente que lo que te lastima, también te hace más fuerte.
Porto con orgullo todas mis cicatrices.

marzo 14, 2011

Madrugada 0

Noche de secretos huérfanos. Noche de recuerdos adormecidos. Me equivoqué en las apuestas, ya no aullo, encontré el regreso a la manada. Somos los contrahechos. Tus brazos son una plegaria; mi cuerpo es una figura retórica que a fuerza de paciencia has aprendido.

febrero 08, 2011

Construcción I

Estoy armando a pedacitos mi casa. El fin de semana compré una butaca, de piel roja y patas de madera. Combinará bien con los escasos pero lindos muebles que tengo en mi habitación. Mi madre se ha ofrecido a regalarme un rallador y una prensa de ajos. Una casa para colocar las tazas de te que compré en el Genevive Lethu de Mounton Duvernet, en París el pasado verano, para colocar las tazas de dejouner que conseguí hace un año, y las copas de cristal.
Tal vez hace un año, hace dos, hace tres y cuatro tenía suficiente dinero para mudarme, pero aun no estaba lista para irme... de hecho marcharme es una idea que se me antoja descabellada. Aquí en mi casa, en la casa de mis padres tengo todo lo que deseo. La terraza para dormir en el verano, para tenderme en la hamaca y dormitar con un Chihuahueño en la panza, el jardín trasero, con mi huerto en expansión, la arboleda que constituye el cuerpo principal de los jardines, en dónde puedo ir a buscar frutos e inspiración; la sala principal en dónde viven mis orquídeas o a la sala de tele envuelta en mi frazada de gatos, todo es comodidad y afecto. Pero no es totalmente mio.
En la cocina tengo todas las especias y cajas de variadas y ricas infusiones, la alacena siempre tiene todo lo que quiero y a cualquier hora. No siempre fue así, mi trabajo también contribuyó a crear una casa, mi contribución, aun infantil, hizo de una edificación promedio mi santuario.
Ahora pienso en mudarme, irme a un lugar minúsculo; eso si, con la premisa de que debe poseer más luz, incluso, que mi propio hogar. Me mudaré con algunas orquídeas, mi violeta y los hijos de alguna de las cactáceas y suculentas que atesora mi padre.
Estoy emocionada, este año han transitado por mi mundo innumerables plagas, tragedias (mini, realmente mini tragedias y otras tamaño nación), pérdidas, catástróficos hallazgos, terroríficos descubrimientos (doctorado-inclusive, no solo relacionados con el horóscopo) y otras tantas variopintas desazones y no he perdido en ningún momento esa sensación casi sobrenatural contacto con mi más íntimo ser... esas semillitas brillantes de las que hablaba en terapia y que constituyen mi psique, mi coraje y mi deseo y que por fin veo germinar.
Estoy aterrorizada con todo lo que viene, lo que he descubierto que viene, pero sumamente emocionada. Nunca comulgué con el optimismo descarriado, mi fe pocas veces ha sido puesta en mortal alguno, tampoco mis padecimientos cuasi-psiquiátricos se han caracterizado por el entusiasmo maniaco salvo contadas (y deliciosas) ocasiones, pero estoy entregada por completo al presente.
El fin de semana volví a pintar. Me reconcilié con el rojo.

noviembre 06, 2010

carta y regalo y adios

Durante algunos años fui experta en los saltos mortales. También en los saltos morales. Viajaba por el mundo enfundada en la armadura más hermosa que pude construirme, repelía de tal forma el contacto con el mundo de los afectos que decidí jamás quitármela. Ni siquiera cuando llego el Señor del Tiempo, quién a recientes fechas decidí matarlo y bailar danzas de victoria sobre su imperfectamente perfecto cadáver. Tampoco me la quité cuando arribó la Señora del Negro con su corte de amantes de alquiler y su perfecta historia de tragedias. Al contrario, me regalaron escamas de dragón y destilados venenosos para adornarme; jamás me sentí más hermosa.


El Señor del Tiempo me nombró caballero desde el primer beso, en los tiempos en los que aun soñaba con ser princesa, cuando era muy joven y me enganchaba en todo absurdo reto que cruzara mi campo visual; me besó y me dijo "eres un peligro para mi, tienes una espada". Creo que ese fue el principio de la locura declarada, el lanzamiento al mundo paralelo, la rasgadura en lo real que me llevó al mundo de los Señores y los Caballeros, y también, la frase que selló mi armadura. El Señor del Tiempo, hermoso solo como amor no consumado, monstruoso en esencia, terrible como personaje de cuento.
La Señora del Negro, banshee, hechicera, asesina confesa, esquizofreinizante hasta el último de sus dorados cabellos, de sus deliciosos ojos, de sus incomparables labios. Confidente de todos mis secretos, juez de todos mis amantes, narradora de mi cotidiano, artífice de mi gloriosa caída y guardiana de mi Infierno Personal. Me regaló todos los nombres que pueden verse tatuados entre mis costillas en la precisa luz de la mañana, esos contrahechos poemas de amor que constituyen el listado de mis manías y de mis inconfesables actos; me regaló los nombres que describen con dolorosa precisión mi rostro de destrucción y decadencia. Así nació la Señora de la Decadencia.
La Señora de la Decadencia fue mi rostro durante muchos años; armada y agresiva, esquiva y violenta. Creía protegerme del abandono, en sus helados brazos me transportó como a una niña, creía cuidarme pero le mataba de inanición y frío. La Señora de la Decadencia es la que contestaba con aullidos de guerra a los llamados de camaradería, es la que destrozó a mis amorosas cajas de resonancia. Dejé de sentir, mi piel era fría y mis ojos jamás expresaron tanta tristeza (lo recuerdas banshee, tu amada princesa de ojos tristes, la que soñabas que se ahogaba en el mar).
Quiero que esta sea la última vez que aquí los nombre, Señores, enterrarlos en el Olvido Colectivo, no tengo un borrador escrito de estas líneas. Se van y no se van, porque son ya parte del entramado de mi carne, hilos coloridos en la memoria; se van porque llegó su momento, porque nombrarte, Señor del Tiempo, Polaris, es tarea que consume presente que no estoy dispuesta a darte; se van, Señora del Negro, porque así eres siempre mía, siempre hermosa y siempre inofensiva.
Quiero aprender a aullar, morder y retozar oportunamente; correr sin la armadura, guardar en su funda la espada y no usarla como extensión de mis pensamientos y brazos. Mis pasos torpes ahuyentan a quienes amo, paciencia. Mis palabras sombrías, asustan a quienes me oyen, paciencia. Sostengo entre los dientes lo que amo, como un lobo transportando a sus cachorros, soy como una madre primeriza que antes de cargar esperanzas destrozaba cráneos, paciencia.

octubre 05, 2010

Corcel de Jade

Me dijiste: "Mi vida es un nudo y tu eres el centro". Siempre nos gustaron las frases dramáticas, sentirnos como parte de una historia repleta de héroes trágicos , fantasear a que nadie tendría diálogos tan emotivamente retorcidos, tan dolorosamente bellos, cómo tu solías referirte a ellos.
Un día dejamos de conjugar el verbo amar, tal vez por aburrimiento, tal vez por la desesperación de no ir a ninguna parte, o por estar en todas partes sin jamás encontrar descanso a la desesperada búsqueda por el momento perfecto.
Al hacer el recuento de nuestros defectos, estos parecían condecoraciones, recuerdos de viejas hazañas, cicatrices caracteriológicas qué más que afear, adornaban nuestros retorcidos perfiles. Te amé sin freno y sin dirección, me amaste como caballo desbocado, como el negro corcel que eres.
Te guardo al interior de mi boca, en el entramado de mi carne, en la silenciosa calma de mis pulmones que absorben del aire las briznas de tu esencia. Te guardo en mi regazo, en el espacio vacío entre mis brazos.

septiembre 29, 2010

Señor Otoño

Después del manto de nubes que bloqueó la vista del cielo, y que no me dejó sentir con toda la fuerza el equinoccio, el amanecer de hoy fue un banquete visual. Ya es luz de otoño, ya es luz de octubre, ya casi es mi cumpleaños.
De a poquito me voy desperezando y siento la emoción por el trabajo, y los paseos, y la compañía, por la vida pues... el verano me gusta, pero me aletarga considerablemente. El invierno tiene una luz sucia, a veces hasta vulgar... ilumina sin contundencia. El verano tiene una luz muy cobarde si se le compara con la de otoño.
Me emociono y empiezo a hacer uso de las definiciones basadas en mi sinestesia. La luz de otoño me duele de tan bella, suena en el oído izquierdo como tamborileo en las mañanas; adivino que me duele en la conjuntiva del ojo, y en los recuerdos que retumban en lo más recóndito de mi corteza visual desde 1986... los recuerdos anteriores son meras confabulaciones.
Aunque estoy estornudando más de la cuenta y la garganta grita en mi oído su repiqueteo de irritación, extrañaba ese cielo azul desolación y a la luz que desnuda miedos y deseos.

septiembre 09, 2010

120 uur

-Vamos a caminar hasta que encontremos el mar.
-¿Y si nos perdemos?
- Nos damos la vuelta y lo volvemos a hacer.