Desde que era niña nunca presumí de llevarme bien con todo el grupo en el colegio, la mayor parte del tiempo me llevaba bien con un puñado de personas, consideraba amigos a no más de una decena y trataba de manera cordial al resto. No me entusiasmo buscando a ex-compañeros en las redes sociales, ni me atraen las reuniones de generación que organizan.
Mis amigos siempre han sido pocos, los he conocido en ambientes escolares y profesionales pero en situaciones generalmente extravagantes. Nunca me precipité a acosar a alguien que me llamaba la atención, siempre me tomé tiempo para acercarme.
No se debe entrar en el territorio ajeno sin permiso y siempre he preferido el consentimiento a la mordida. Lo mismo pido.
En un libro de Javier Marías encontré una frase sobre la amistad, en la que hacía referencia a esas 4 o 5 personas a las que sientes la necesidad de ponerlas al tanto de lo que te ocurre. Pareciera que se trata de chisme, de hablar de algo mientras se acompaña a alguien mientras van al cine o comen, beben, fuman, se besan (oralidad omnipresente), pero al menos hoy entiendo que no es así.
Encuentro que después de algún tiempo tienes 5, o 4, o 3 personas a quienes te sientes impelido a contarle tus pensamientos, a compartirles tu vida y a quienes gustoso escuchas. No esperan de ti nada, no tienes que decir nada, no tienes que maquillar nada, no te buscan porque seas el vehículo a una fiesta segura ni quien picha todo. Como me decía mi terapeuta, la admiración va de la mano con el respeto.
Ando sentimental. Para esas 5, o 4, o 3 personas mi agradecimiento y afecto.
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octubre 06, 2011
abril 19, 2011
Corvux corvex
Extrañé el aroma de tu cabello. Siempre te gustó usar shampoo que hiciera mucha espuma y "oliera rico" según tus palabras. Abrazarte era un juego de estímulos olfativos, el olor indescriptible que emanaba tu piel por ese coctel extraño de cigarro-pastillas-crema-refresco-gato-hartazgo-resignación-dolor-euforia. Abril siempre me hace recordarte.
¿Recuerdas esa noche de luna? El lugar más conocido, el sitio por el que transitábamos siempre, la cotidianidad que la enfermedad nos arrebató, toda bañada de luna y yo vestida con tu cabello.
¿Recuerdas esa noche de luna? El lugar más conocido, el sitio por el que transitábamos siempre, la cotidianidad que la enfermedad nos arrebató, toda bañada de luna y yo vestida con tu cabello.
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