Me dijiste: "Mi vida es un nudo y tu eres el centro". Siempre nos gustaron las frases dramáticas, sentirnos como parte de una historia repleta de héroes trágicos , fantasear a que nadie tendría diálogos tan emotivamente retorcidos, tan dolorosamente bellos, cómo tu solías referirte a ellos.
Un día dejamos de conjugar el verbo amar, tal vez por aburrimiento, tal vez por la desesperación de no ir a ninguna parte, o por estar en todas partes sin jamás encontrar descanso a la desesperada búsqueda por el momento perfecto.
Al hacer el recuento de nuestros defectos, estos parecían condecoraciones, recuerdos de viejas hazañas, cicatrices caracteriológicas qué más que afear, adornaban nuestros retorcidos perfiles. Te amé sin freno y sin dirección, me amaste como caballo desbocado, como el negro corcel que eres.
Te guardo al interior de mi boca, en el entramado de mi carne, en la silenciosa calma de mis pulmones que absorben del aire las briznas de tu esencia. Te guardo en mi regazo, en el espacio vacío entre mis brazos.