Pechi.
No se dónde esté Pechi, no la veo ya en la diminuta mujer que apenas puede levantar la vista y con voz susurrante pregunta por tu identidad. Hace casi un mes tuvo una intoxicación con su medicina, tuvo alucinaciones, insomnio, estuvo muy irritable y le dieron tranquilizantes; cuando volví a verla ya no la encontré por ningún lado.
No se dónde esté mi abuelita, quiero creer que ella se mueve tranquila en los jardines de su infancia y deambula libre por sus parcelas de juventud, que disfruta de los paseos entre recuerdos de todos sus viajes, con la gente que amó y que vienen cada vez que lo desea a acompañarla. Mi abuelita habla de sus muertos, los vivos le resultamos menos interesantes que todo el séquito de distintas épocas y lugares.
Tita, solo quiero decirte que ya no soy una niña, que ya se cuidarme sola; gracias por llevarme al kinder, y por las bolsitas variopintas que me regalaste, gracias por ponerme a desgranar mazorcas y alimentar conejitos, por enseñarme a atrapar pollitos y regresarlos a sus nidos, por enseñarme a hacer fuego y a hacer trampas para palomas y luego dejarlas libres. Espero que no transites hacia el olvido de ti misma, de los que te queremos, en ese camino extraño a la demencia. Espero en tu mundo de cráneo adentro seas libre y feliz.
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