Nueve de la mañana, esa es tu hora de arribo habitual a mis pensamientos; también a las nueve de la noche, después de mi terapia de los lunes. Quiero recibir una señal, un sutil cambio en tu voz, una palabra fuera de lugar, tal vez ángeles de fuego o carros de guerra tirados por murciélagos con alas de mariposa; quiero una simple señal que me indique que este pensamiento de las nueve de la mañana hacia ti me hará quedarme.
Quiero que detengas mis pasos que ya de ti se alejan, quiero que encuentres mi voz entre este ensordecedor grito de pájaros en el que vivimos. Detenme, por favor.
Te pienso y está una despedida, te pienso y creo que te volveré a encontrar en el mismo lugar en unos años y me preguntarás que ha pasado aunque realmente no te importe y me doy cuenta que este pensamiento es inverosímil y que te creo sujeto a mí, me creo atada a ti.
Más que el tatuaje en mi omóplato, Polaris, estás tatuado en mi retina.
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